MONTSERRAT
Cuando se nos niega una historia se apaga la luz
Anne Carson
18 de febrero
Quatre peus al sól
10:15 h.
Aparecemos como los personajes que se cuelan dentro de un cuadro naturalista. Las facciones de tu rostro se relajan. El nervio de la carretera se aleja conforme tus pies avanzan juntos a los míos. Nos sonreímos confiados y avanzamos la recta de los puestos de comerciantes autóctonos, restaurantes y tiendas de souvenirs. Nada de esto nos interesa. Caen las primeras fotos de la mañana. Esas caras reveladoras de lo que ya no somos marcan nuestro viaje iniciático. Nos colocamos mejor las mochilas y bebemos agua fresca. Rodeo tu cuerpo y me sonríes. En nuestras miradas coreografiamos lo invisible.
Nada de cremalleras ni teleféricos. Ese era el pacto desde que planeamos nuestro domingo. Me quedo inmersa. ¿Cómo podemos ser tan afines incluso en estas decisiones?
L’ermita de Sant Jeróni
Conectamos nuestros latidos con los de la tierra. Avanzamos por las primeras esculturas de monjas, ángeles y serpientes. Cruzamos la puerta de hierro que está protegida con la figura de un ángel que nos mira desde arriba. Todo es ánima desde que lo observas con otra mirada.
Hablamos sobre los diferentes motivos por los que una persona viene a Montserrat. Observamos grupos con ropas incómodas desandar el sendero que nosotros recorremos. Se fotografían, frívolos, uno tras otro, enmarcándose en medio de paisajes preciosos que interiormente se les escapan. Hasta que un día revisando las fotografías vean al fantasma. Otros caminan ligeros, con ropa deportiva y en silencio; hasta que saludan a aquellos que se encuentran inmersos en el viaje. Cada cual lo vive desde su vía, finalmente todas se cruzan. Observo como tocas, sientes y miras el lugar en el que nos encontramos. Disfruto tu pureza mientras charlamos de aquello que pasa por tus pensamientos. Y con generosa amplitud te comparto los míos.
En diferentes puntos vemos esculturas de serpientes. El arte en flujo manifiesta la conexión con los senderos del Dragón, los caminos de la Serpiente o las líneas Ley. Leímos en el trayecto como los Druidas, pensaban que esta energía se deslizaba como una serpiente a través del suelo como corrientes telúricas. La religión druídica creía que estas líneas son vías espirituales que recubren todo el planeta. Estas energías, nacían del tránsito acuífero de los subsuelos o de las grietas de terrenos que entran en fricción, al igual que de los magmas subterráneos del planeta. Tanto Montserrat como el Camino de Santiago transcurren por una Línea Ley.
Me hablas de los escritores, artistas y otros personajes de la historia que se obsesionaron con las montañas de Montserrat por su indescriptible magia; por la sensación de que entre sus fisuras se esconde un misterio. Ya llevamos unos treinta minutos caminando aunque nos paremos a disfrutar de la naturaleza que nos rodea. Comienzo a sentir que necesito desprenderme de los abrigos y la bufanda fruto del calor. Es uno de esos domingos despejados y soleados como llevábamos semanas sin vivir. Nos sorprendía las buenas temperaturas del día. Oímos levemente las campanadas de la Basílica, ese repicar que lo inundaba todo. Cada vez más cerca de la grandeza de las montañas y más sobrecogidos por sus contornos inexplicables. Les damos forma a través de nuestra imaginación. Te señalo una de las montañas para mostrarte lo que para mí es un dragón acostado boca arriba y con mi dedo repaso la barriga hasta que termina cayendo por la montaña. Ríes y me enseñas que otra de las montañas tiene forma fálica. Continuamos, siendo conscientes de que cuanto más arriba, es menor el encuentro con otros turistas o deportistas de la zona. Tu mente viaja hasta la última vez que paseaste por estas montañas siendo un niño. Le decías a tu abuelo que tenías miedo de que las montañas te cayeran encima. Y Francisco respondió que al contrario, que no iban a caer encima de ti. Que éstas montañas te mantenían en pie.
Seguimos avanzando dándole importancia a las formaciones rocosas que nos rodean. Diferentes desgastes y gamas cromáticas -rojizas, más grises, blanquecinas- se aglomeran. Las más jóvenes y con menos desgaste se encuentran en las partes más elevadas e imponentes y las más gastadas en las más bajas. Nos detenemos para tocar las piedras y ser conscientes del tacto de cada una y de sus grietas. Más adelante nos topamos con el cartel que explica las formaciones de estas montañas. Mezcla de guijarros, barro y materiales sedimentarios. Aglomeraciones endurecidas de cantos rodados que parecen ser restos de una remota inundación planetaria. Pienso que es un proceso alquímico de la propia naturaleza.
Caminando entre bosques de encina alternados con algunos arces y salpicados de acebos y otros arbustos. Paramos para visualizar todo lo caminado y respirar profundamente. El viento es nuestro nuevo compañero. Siento como se mueve, llevando de un árbol a otro el mensaje de nuestros tiempos. Podría quedarme horas observando el recorrido del viento a través de los vaivenes que ejerce sobre las plantas. Ojalá pudiera hablar su lenguaje; saber que se cuentan. Y como el viento, cómplice, esparce los testimonios de unas a otras. Te digo que te fijes en el movimiento de las plantas para compartir impresiones mientras estás inmerso en las montañas. Nos golpea el viento. Quizás crea que somos árboles o desee llevarse nuestros pensamientos con bandazos hacia algún lugar lejano. Respiramos profundamente el aire puro. Te dejo espacio mientras cojo una flor lila de la montaña. La corto desde la raíz y le riego algo de agua a la planta de la que nace. Llevo la flor en mi mano todo el trayecto que queda hasta la ermita. La guardo al llegar al final del primer sendero recorrido y siento como si estuviéramos haciendo un viaje mitológico a pequeña escala. Como si siguiéramos los pasos de Ulises hasta llegar a casa. Miro de cerca las montañas y tú también te encuentras en ese viaje en silencio. Un halo de misterio baña aquello que esconde en su interior. Montserrat se manifiesta hueca, agrietada y sonora como un poema que guarda dentro de sí nuestro interior por ser descubierto.
Mi mente divaga y cae en Rodoreda. Conmovida por el espacio, me siento como uno de esos personajes de sus cuentos que tienen mucha similitud con Munro. Personajes que manifiestan sus experiencias sensibles, tempestivas u amorosas a través de las plantas y las flores. Reflejo de sus bosques internos que en ocasiones guardan similitud con los míos. ¿Quizás también con los tuyos?
Nos tomamos tiempo, nos abrazamos y besamos mientras nos vamos alejando de la ermita y deshacemos nuestro camino. De vuelta al monasterio, vemos una formación natural, una roca que se alza, como una guardiana que nos despide. Es una figura con forma desafiante que llama nuestra atención. Un ser alado poderoso como las antiguas estatuas sumerias, persas o hititas. Me invade la idea, frutos de mis fantasías, de que aquella roca gigante protege el lago subterráneo que nadie aún ha podido encontrar dentro de estas montañas. A pesar de su tamaño, como un truco de magia perdemos de vista a la guardiana. Mientras caminas delante de mí como una columna de fuego que avanza sobre la tierra. Pienso en todo lo que te amo. Y recuerdo la primera vez que me miraste de esa manera que solo lo hacen los amantes.
Mi vela arde en ambos extremos;
No durará la noche;
Pero, ah, mis enemigos, y, oh, mis amigos …
Da una luz preciosa.
Edna St. Vincent Millay
Pregàries i espelmes
1:30 h.
Entramos en el monasterio y recorremos el paseo hasta llegar al camarón de estilo neorrománico decorado con vidrieras policromas y mármoles. Asombrados por su belleza, subimos las escaleras mientras vemos como otros se acercan a la Virgen. Posan su mano en la bola del mundo que sostiene para confesarle sus plegarias o pensamientos más íntimos. Tallada en madera, la siento cada vez más cerca. Vemos como un niño se acerca a ella, cierra los ojos y se encuentra consigo mismo. En el entorno se aprecia una energía sensible, así que me giro y te observo antes de que llegue mi turno. La miro, toco el mundo que sostiene y algo en mí se abre. Bajo las escaleras y te espero al otro mientras las lágrimas caen. Continuamos el ritual hasta la zona que está toda llena de velas rojas, blancas o verdes de las que tantas personas han hecho lumbre. ¿Cuántas plegarias conectadas en el Universo? ¿Cuántas voces reunidas como una coral alimentando el fuego divino? Colocamos nuestras velas y la de nuestra amiga Jackie. Uniéndonos al calor y la unión perpetua para aquellos que la necesitan. Un lugar esperanzador tanto para los vivos como para los muertos.
Atravesamos la explanada donde se halla el monasterio hasta el fondo. Decidimos hacer nuestro descanso y alimentarnos en la plaza íntima donde nos sentamos coincidiendo con dos ejemplares de tejo. No te comento nada, pienso que no podemos descansar en otro lugar mejor. Cerca de dos árboles mágicos asociados a la Vida y la Muerte. Allí me cuentas la historia de cómo encontraron los pastores a la Moreneta y disfrutamos del encuentro con un pajarito que viene a visitarnos buscando alguna miga de pan. Llamamos a tus padres para compartir el momento espiritual que acabamos de percibir y le describimos el lugar para compartir impresiones. Enviamos algunas fotos en las que tu madre destaca la abundante vegetación que se encuentra entre las montañas. En sus recuerdos no se habría paso el verdor entre los huecos de estas.
Retomamos la conversación sobre la Moreneta como “La virgen Negra”; los esotéricos medievales reivindicaron el color negro en las imágenes de la Virgen, recogiendo así, el legado de las diosas madres prehistóricas y de sus sucesoras paganas: Isis, Belisana o Artemisa. Añado a nuestra conversación que en Tenerife también se encuentra la Virgen de Candelaria, una virgen negra. También se realiza el camino de peregrina de la Virgen que va desde el norte de la isla hasta el sur. Tomando el lugar de su histórica Belisana, la ruta finaliza en la iglesia donde la personas manifiestan sus promesas o plegarias. Te impresiona, una vez más, lo conectado que esta en algunos rituales y cotidianidades Canarias y Cataluña. Recogemos todo y tomamos un café antes de la última caminata.
Del Monestir a la Santa Cova
15:16 h.
huesos en el páramo
el viento sopla sobre ellos a través de mi corazón
BASHO
Bajamos las escaleras que se encuentran al lado del cremallera sin ser aún conscientes de que este itinerario nos dejará sin aliento. Serpenteamos el recorrido en silencio hasta que nos topamos con las diferentes esculturas modernistas que se encuentran al aire libre y que simbolizan los Misterios del Rosario. Abrimos los ojos entre las vibraciones; ya sean lamentos o suspiros. Sentimos presencias que dejaron de ser extrañas hace bastante tiempo. Sobrecogidos por las sensaciones, caminamos entre diálogos interiores. La ruta finaliza en la Santa Cova: la capilla adosada a la roca donde según cuenta la leyenda; unos pastores hallaron la imagen de la Virgen. Huele a flores y a alguna que otra vela apagada. Entre las rocas, la Moreneta, y suspendido en el aire Jesús. Algunos caminantes, como nosotros, se sientan unos segundos para recuperar el aliento y observar el misticismo del entorno. Otros, realizan sus rezos mientras nos alejamos para recorrer los pasos ya andados hasta la explanada donde se encuentra la guagua de retorno. Tenemos poco tiempo, así que apretamos el paso. Nos quedaríamos mucho más tiempo si esto fuera posible. Ya en la guagua pienso en lo necesario que ha sido este peregrinaje para ambos. Y en la sensación que me embriaga, alejada del cansancio, una energía activa que me incita a seguir andando. Te veo feliz y calmado, tu sonrisa simboliza la transformación que ha generado las montañas en nosotros. Es un día de una claridad indescifrable. Recuerdo cuando y cómo nos conocimos, algo parecido a un misterio.